MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS PARTICIPANTES EN LA XLII CONFERENCIA DE LA FAO
A Su Excelencia el señor
Michał Kurtyka
Ministro del Clima y del Medio
Ambiente de la República de Polonia
Presidente de la XLII
Conferencia de la FAO
El momento actual, todavía
marcado por la crisis sanitaria, económica y social provocada por el Covid-19,
pone en evidencia que la labor que realiza la FAO en la búsqueda de respuestas
adecuadas al problema de la inseguridad alimentaria y la desnutrición, que
siguen siendo grandes desafíos de nuestro tiempo, adquiera un relieve
particular. A pesar de los logros obtenidos en las décadas anteriores, muchos
de nuestros hermanos y hermanas aún no tienen acceso a la alimentación
necesaria, ni en cantidad ni en calidad.
El año pasado, el número de
personas que estaban expuestas al riesgo de inseguridad alimentaria aguda, y
que tenían necesidad de apoyo inmediato para subsistir, alcanzó la cifra más
alta del último quinquenio. Esta situación podría agravarse en el futuro. Los
conflictos, los fenómenos meteorológicos extremos, las crisis económicas, junto
con la crisis sanitaria actual, constituyen una fuente de carestía y hambruna
para millones de personas. Por eso, para afrontar esas crecientes
vulnerabilidades es fundamental la adopción de políticas capaces de abordar las
causas estructurales que las provocan.
Para ofrecer una solución a
estas necesidades es importante, sobre todo, garantizar que los sistemas
alimentarios sean resilientes, inclusivos, sostenibles y capaces de
proporcionar dietas saludables y asequibles para todos. En esta perspectiva, es
beneficioso el desarrollo de una economía circular, que garantice recursos para
todos, también para las generaciones venideras, y que promueva el uso de
energías renovables. El factor fundamental para recuperarse de la crisis que
nos fustiga es una economía a medida del hombre, no sujeta solamente a las
ganancias, sino anclada en el bien común, amiga de la ética y respetuosa del
medio ambiente.
La reconstrucción de las
economías pospandémicas nos ofrece la oportunidad de revertir el rumbo seguido
hasta ahora e invertir en un sistema alimentario global capaz de resistir a las
crisis futuras. De esto hace parte la promoción de una agricultura sostenible y
diversificada, que tenga presente el valioso papel de la agricultura familiar y
la de las comunidades rurales. De hecho, es paradójico comprobar que la falta o
escasez de alimentos la padecen precisamente quienes los producen. Tres cuartas
partes de los pobres del mundo viven en las zonas rurales y para ganarse la
vida dependen principalmente de la agricultura. Sin embargo, debido a la falta
de acceso a los mercados, a la posesión de la tierra, a los recursos
financieros, a las infraestructuras y a las tecnologías, estos hermanos y
hermanas nuestros son los más expuestos a sufrir la inseguridad alimentaria.
Aprecio y aliento los
esfuerzos de la comunidad internacional encaminados a que cada país pueda
implementar los mecanismos necesarios para conseguir su autonomía alimentaria,
sea a través de nuevos modelos de desarrollo y consumo, como de formas de
organización comunitaria que preserven los ecosistemas locales y la
biodiversidad (cf. Enc. Laudato si’, 129.180). De gran provecho podría ser
recurrir al potencial de la innovación para apoyar a los pequeños productores y
ayudarlos a mejorar sus capacidades y su resiliencia. En este sentido, el
trabajo que ustedes realizan tiene particular importancia en la actual época de
crisis.
En la presente coyuntura, para
poder lanzar el reinicio, el paso fundamental es la promoción de una cultura
del cuidado, dispuesta a afrontar la tendencia individualista y agresiva del
descarte, muy presente en nuestras sociedades. Mientras unos pocos siembran
tensiones, enfrentamientos y falsedades, nosotros, en cambio, estamos invitados
a construir con paciencia y decisión una cultura de la paz, que se encamine
hacia iniciativas que abracen todos los aspectos de la vida humana y nos ayuden
a rechazar el virus de la indiferencia.
Queridos amigos, el simple
trazado de programas no basta a impulsar la acción de la comunidad
internacional; se necesitan gestos tangibles que tengan como punto de
referencia la común pertenencia a la familia humana y el fomento de la
fraternidad. Gestos que faciliten la creación de una sociedad promotora de
educación, diálogo y equidad.
La responsabilidad individual
suscita la responsabilidad colectiva, que aliente a la familia de las naciones
a asumir compromisos concretos y efectivos. Es pertinente que «no pensemos solo
en nuestros intereses, en intereses particulares. Aprovechemos esta prueba como
una oportunidad para preparar el mañana de todos, sin descartar a ninguno: de
todos. Porque sin una visión de conjunto nadie tendrá futuro» (Homilía en la
Santa Misa de la Divina Misericordia, 19 de abril de 2020).
Con un cordial saludo tanto a Usted, señor Presidente de la Conferencia, como al Director General de la FAO, a los Representantes de las distintas Naciones y Organizaciones Internacionales, y también a los demás participantes, deseo expresarles mi gratitud por sus esfuerzos. La Santa Sede y la Iglesia Católica, con sus estructuras e instituciones, apoyan los trabajos de esta Conferencia y los acompañan a ustedes en su dedicación en favor de un mundo más justo, al servicio de nuestros hermanos y hermanas indefensos y necesitados.
Fraternalmente,
Papa Francisco
Vaticano, 14 de junio de
2021